G. POMARADA, Cangas de onís.Domingo, 5 enero 2020. Publicado en El Comercio.
Las investigaciones revelan que en el Parque Nacional está ya presente el cambio climático, al que se suma el problema de la despoblación.
Que en los Picos de Europa avanza el matorral o que cada vez es más frecuente que el gris caliza domine el perfil de las cumbres, en lugar del manto de nieve, son realidades observables a simple vista que la investigación científica trata de recoger y analizar. El Parque Nacional es uno de los once incluidos en la Red de Seguimiento del Cambio Global (RSCG), creada en 2008 y cuyo convenio se acaba de renovar hasta 2023. Integrada por el Organismo Autónomo Parques Nacionales, la Oficina Española de Cambio Climático, la Agencia Estatal de Meteorología y la Fundación Biodiversidad, el objetivo es evaluar y seguir los impactos que se puedan generar en espacios protegidos como consecuencia de cambios ambientales provocados por la actividad humana.
Entre los cambios ya perceptibles incluyen «la disminución del número de días en que el manto de nieve protege los sistemas del efecto del hielo durante el invierno; el adelanto del comienzo de la temporada de cría de muchas especies; el aumento del número de días de período fisiológico activo de muchas especies; la disminución de la cantidad de agua en medios acuáticos y el aumento de la actividad infecciosa de ciertos hongos». En el mismo artículo, firmado por la bióloga Amparo Mora, se recoge además que la «matorralización afecta a todo el territorio y es muy patente en prados de siega y prados de diente», a la par que los Picos pierden población y avanza la «disociación entre territorio y economía».
En el mismo documento, el biólogo Borja Palacios señala que «el abandono de asentamientos en los puertos altos y la significativa reducción del ganado menor en los últimos cuarenta años está siendo el cambio global más significativo en Picos de Europa», con la consiguiente matorralización y aumento de la densidad del bosque. «En paralelo, los ungulados (jabalí y ciervo especialmente), así como su principal predador, el lobo, han experimentado un considerable aumento», advierte.
Ante esa «coyuntura ambiental y socioeconómica», la tendencia apuntada «es la de cambiar el enfoque de gestión a un manejo integrado, con los habitantes formando parte de los ecosistemas».
Ríos y ganado
Más allá de las consideraciones generales, las investigaciones realizadas en los últimos años en Picos llegan al nivel de detalle en ámbitos como los ecosistemas acuáticos, la conservación de los anfibios o el impacto de la ganadería. En el primero de los casos, un estudio del Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria analizó entre 2012 y 2018 datos tomados en trece puntos, con tres tramos específicos afectados por vertidos orgánicos: «tramo del río Duje, tramo del río Cares en Valdeón y tramo bajo del río Bulnes». Entre los resultados obtenidos, apunta el artículo científico, «destaca la recuperación de las poblaciones de trucha común tras el cese de los vertidos de purines realizados en la localidad de Tielve en 2013». Concluyen además que «la conservación del bosque de ribera es clave en la amortiguación de los efectos de las actividades antrópicas».Más evidencias científicas relacionadas con el cambio global: los anfibios disminuyen como consecuencia de la «proliferación de enfermedades emergentes y el cambio climático». Dicha investigación corre a cargo de Jaime Bosch, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, quien apunta que las dos enfermedades emergentes de anfibios más comunes en el mundo «están ya presentes en multitud de poblaciones de Picos, provocando desplomes superiores al 90% de los efectivos en especies como el sapo partero común y el tritón alpino». Dado que erradicar esas enfermedades es «una tarea prácticamente imposible», aconseja combatir su propagación. Juegan papel principal en esa meta, indica, los visitantes de enclaves como pozos de Lloroza o el lago Ercina, pues «su acceso incontrolado al agua, e incluso a los anfibios, representa un altísimo riesgo de transmisión de estas enfermedades» incluso a otros países. Otra de las investigaciones incluidas en el Boletín es la relativa a los efectos en la biodiversidad del uso de los compuestos médico veterinarios del ganado, firmada por José R. Verdú, de la Universidad de Alicante. A lo largo de 2017 y 2018 comparó dos áreas, la Vega de Enol y alrededores y la zona de Tresviso y Sotres. Debido al uso de productos médico veterinarios, la Vega de Enol «presenta un bajo número de especies de coleópteros coprófagos, lo que ya se traduce en un elevado número de boñigas sin descomponer», con sus consecuencias negativas. De los gases de efecto invernadero señala que «la emisión de metano por el excremento del ganado fue mucho mayor en la Vega de Enol que en Sotres-Tresviso», donde es «más moderado» el uso de esos productos.
Más investigaciones recientes, como la realizada por el experto en Geoquímica ambiental Jorge Pey y adelantada por EL COMERCIO, revelan que la contaminación del área central de la región, de «origen industrial», está llegando a los Lagos. De hecho, su análisis indica que la «deposición de metales pesados como cadmio, plomo y zinc es muy superior a la registrada en zonas urbanas intensamente contaminadas». Los Picos llegan de hecho a superar los valores de ciudades como Barcelona, según ese mismo estudio.