Publicado en El Comercio, 30,1,22
Madrid
Casi tres lustros ha estado Judy Batalion (Montreal, 44 años) desenterrando las historias de las mujeres que combatieron el horror nazi en la Polonia de sus abuelos. El resultado es ‘Hijas de la Resistencia’ (Seix Barral) una crónica «necesaria» de casi 700 páginas sobre la lucha por la libertad y la subsistencia de unas osadas y olvidadas jóvenes. Steven Spielberg llevará al cine las historias de estas arrojadas mujeres con la propia autora como coguionista.
«Ninguna de aquellas mujeres vive y sus historias estaban enterradas», explica Batalion desde su residencia en Nueva York. Muchas jóvenes judías presenciaron los brutales asesinatos de sus familias y la destrucción de sus comunidades, por solo un puñado de ellas se alzó ante la barbarie. Una astutas, y valientes «chicas del gueto capaces de organizar células de resistencia, actuar como correos y espías, combatir, utilizar su aspecto ario para seducir a los agentes nazis y no dudar en matarlos», explica Batalion, historiadora de la ciencia y el arte y doctorada en historia de la mujer.
Herencia del Holocausto
Indagando en su identidad judia, Batalion, nieta de polacos supervivientes del exterminio, pensaba como el trauma del Holocausto pasaba de generación en generación. «Me preguntaba si mi manera de ser tenía que ver con la herencia del Holocausto y con mi percepción del peligro y la realidad». Pensó en escribir una obra teatral sobre el asunto hasta que dio con un ajado libro escrito en yidis en la Bibilioteca Británica titulado ‘Mujeres en los guetos’. Hablaba de resistentes como Hannah Szenes, judía de origen húngaro y poeta que se fue a Palestina 1930 y regresó como paracaidista a la Yugoslavia ocupada por los nazis.
Acabó rastreando la historia de unas muchachas que combatieron a los nazis, «dinamitando vagones de tren en marcha, capaces de llevar comida y libros a los guetos o de esconder granadas y pistolas en osos de peluche o barras de pan».
El ensayo de Batalion desmiente el tópico de que los judíos se dejaban manejar como corderos cuando los conducían a las cámaras de gas. «Ese mito de la pasividad judía, es muy perverso. En especial en Polonia. Descubrir que estas mujeres tan activas estaban enfurecidas y no eran pasivas, escapaban de los guetos, manejaban explosivos y se disfrazaban, llevaban imprentas clandestinas y disparaban armas me reconcilió con mi pasado», dice Batalion. Piensa ahora que «no solo los traumas pasan de generación en generación; también la fuerza, el coraje la valentía, la pasión y la compasión».
Ellas mismas enterraron sus historias. «No era cómodo hablar de la resistencia, y más en Polonia, donde quizá se culpa a quienes no hicieron nada», dice Batalion. «Si contaron algo al final del la guerra, callaron cuando no las creyeron o las acusaron de colaboracionistas», dice la autora. «La idea subyacente es que si sobreviviste, hiciste algo malo y que solo las almas puras murieron. Y a algunas de aquellas comabtivas chicas las acusaron de acostarse con el enemigo para salvar la vida», .
«Se sentían culpables. Habían dejado a sus familias para unirse a los movimientos clandestinos y esta idea la perseguía. Sentían que, en comparación con los supervivientes de Auschwitz, ellas no lo habían pasado tan mal y ocultaron sus acciones. Eran muy jóvenes. Tenían la vida por delante pero no tenían país ni familia. El mundo que conocían había desaparecido y debían empezar de cero. Así que no contaron sus historias hasta el final de sus vidas».
Casi tres lustros ha estado Judy Batalion (Montreal, 44 años) desenterrando las historias de las mujeres que combatieron el horror nazi en la Polonia de sus abuelos. El resultado es ‘Hijas de la Resistencia’ (Seix Barral) una crónica «necesaria» de casi 700 páginas sobre la lucha por la libertad y la subsistencia de unas osadas y olvidadas jóvenes. Steven Spielberg llevará al cine las historias de estas arrojadas mujeres con la propia autora como coguionista.
«Ninguna de aquellas mujeres vive y sus historias estaban enterradas», explica Batalion desde su residencia en Nueva York. Muchas jóvenes judías presenciaron los brutales asesinatos de sus familias y la destrucción de sus comunidades, por solo un puñado de ellas se alzó ante la barbarie. Una astutas, y valientes «chicas del gueto capaces de organizar células de resistencia, actuar como correos y espías, combatir, utilizar su aspecto ario para seducir a los agentes nazis y no dudar en matarlos», explica Batalion, historiadora de la ciencia y el arte y doctorada en historia de la mujer.
Herencia del Holocausto
Indagando en su identidad judia, Batalion, nieta de polacos supervivientes del exterminio, pensaba como el trauma del Holocausto pasaba de generación en generación. «Me preguntaba si mi manera de ser tenía que ver con la herencia del Holocausto y con mi percepción del peligro y la realidad». Pensó en escribir una obra teatral sobre el asunto hasta que dio con un ajado libro escrito en yidis en la Bibilioteca Británica titulado ‘Mujeres en los guetos’. Hablaba de resistentes como Hannah Szenes, judía de origen húngaro y poeta que se fue a Palestina 1930 y regresó como paracaidista a la Yugoslavia ocupada por los nazis.
Acabó rastreando la historia de unas muchachas que combatieron a los nazis, «dinamitando vagones de tren en marcha, capaces de llevar comida y libros a los guetos o de esconder granadas y pistolas en osos de peluche o barras de pan».
El ensayo de Batalion desmiente el tópico de que los judíos se dejaban manejar como corderos cuando los conducían a las cámaras de gas. «Ese mito de la pasividad judía, es muy perverso. En especial en Polonia. Descubrir que estas mujeres tan activas estaban enfurecidas y no eran pasivas, escapaban de los guetos, manejaban explosivos y se disfrazaban, llevaban imprentas clandestinas y disparaban armas me reconcilió con mi pasado», dice Batalion. Piensa ahora que «no solo los traumas pasan de generación en generación; también la fuerza, el coraje la valentía, la pasión y la compasión».
Ellas mismas enterraron sus historias. «No era cómodo hablar de la resistencia, y más en Polonia, donde quizá se culpa a quienes no hicieron nada», dice Batalion. «Si contaron algo al final del la guerra, callaron cuando no las creyeron o las acusaron de colaboracionistas», dice la autora. «La idea subyacente es que si sobreviviste, hiciste algo malo y que solo las almas puras murieron. Y a algunas de aquellas comabtivas chicas las acusaron de acostarse con el enemigo para salvar la vida», .
«Se sentían culpables. Habían dejado a sus familias para unirse a los movimientos clandestinos y esta idea la perseguía. Sentían que, en comparación con los supervivientes de Auschwitz, ellas no lo habían pasado tan mal y ocultaron sus acciones. Eran muy jóvenes. Tenían la vida por delante pero no tenían país ni familia. El mundo que conocían había desaparecido y debían empezar de cero. Así que no contaron sus historias hasta el final de sus vidas».
«Algunas de aquellas jóvenes combativas fueron acusadas de acostarse con los ocupantes nazis para salvar sus vidas»
Fueron mujeres como Niuta Teitelbaum, estudiante de historia en Varsovia que se hacía pasar por una campesina polaca y logró camelarse a los guardas de la Gestapo y entrar en su cuartel general. Creyeron que estaba embarazada, y asesinó en su despacho a un capitoste y a varios miembros de la Gestapo, en cuyos archivos figuraba como «la pequeña Wanda con las trencitas». O la joven Renia Kukielka, contrabandista de armas y mensajera que se jugaba la vida al cruzar la Polonia ocupada, y muchachas como Chajka Klinger, Chaika Grossman, Frumka Plotnicka, Tosia Altman o Faye Schulman, obligada por los nazis a fotografiar la ejecución del gueto de Lehnin, en el que fue asesinada su familia.
«No sé porque le gustó a Spielberg el libro, pero está claro que son historias muy cinematográficas y potentes que ofrecen un prisma distinto del Holocausto, no pasivo», explica Batalion, que no sabe si habría tenido valor para combatir a los nazis. «No habría podido disparar a nadie a la cabeza, pero quizá hubiera hecho algo más acorde con mi carácter», asegura.