Por el Presidente Pedro de Silva
Nuestra casa humana se apoya en los cimientos de unos pocos mitos, cuya vigencia prueba que el cimiento no se ha movido. Es el caso de Antígona, la inmortal heroína evocada por Sófocles que sacrifica su propia vida para dar una sepultura digna a su hermano Polinices. Decimos que es un mito inmortal porque el mandato de dar sepultura digna a los muertos sigue vivo. En Grado un equipo de arqueólogos y restauradores de la memoria trata estos días de hacerlo con los restos de un grupo de personas que hace más de 80 años fueron asesinadas y arrojadas a una fosa tras la ocupación de la zona por los franquistas. Para hacer su trabajo han venido tropezando con toda clase de obstáculos por acción o por omisión. Indigna que todavía haya que explicar que no es solo la dignidad de los muertos, sino la nuestra como humanos, la que el grupo que excava intenta restaurar contra viento y marea.