La Comisión Europea lanza su propuesta polémica para etiquetar estas energías como necesarias para la transición ecológica.
La Comisión Europea da un paso al frente en su proyecto para etiquetar como ‘verdes’ la el gas natural y la energía nuclear (descarbonizada) en términos de inversiones. Según el documento al que ha tenido acceso el diario Financial Times, la idea es que la medida afecte a las centrales que estén ya en marcha y a aquellas que se construyan hasta el año 2045. En el caso de la generación con gas, el etiquetado verde sería hasta al menos 2030.
El movimiento de Bruselas, que según el diario británico se produjo el mismo 31 de diciembre, coincide con los planes de cierre de nucleares impulsados por algunos países como Alemania, que pretende poner fin a toda su producción antes de que termine este año y en el último día de 2021 ha clausurado tres de sus seis centrales.
La idea, que lleva debatiéndose desde hace meses en Bruselas, es fijar los criterios que permitan clasificar como sostenible la inversión en este tipo de energías -similar a lo que ya ocurre con la eólica o la solar- con el objetivo de que puedan financiarse y contribuir a reducir los gases de efecto invernadero.
Sin embargo, su simple debate ha generado una fuerte división entre los Estados miembro. Tanto que la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, se hizo cargo del proyecto con la promesa de tenerlo aprobado antes de que finalizase 2021. Sin embargo, de momento solo ha logrado lanzar la propuesta a los Estados para someterla a consulta. Y se espera una fuerte oposición de algunos países que consideran que, si se cumple lo previsto, solo el carbón quedaría fuera de las tecnologías ‘limpias’.
Hay que tener en cuenta que el objetivo de la Unión Europea es reducir las emisiones de CO2 un 55% en 2030. Y Von der Leyne ya se ha manifestado en numerosas ocasiones a favor de usar el gas natural y la nuclear como «fuente estable» en esa transición hacia las renovables. La última vez que lo hizo, en la última cumbre en la que los Veintisiete deliberaron sobre la crisis energética en la región.
Allí dejó claro que su apuesta está más cercana a la de Francia, donde el 70% de la electricidad proviene de la nuclear, que la de Alemania. Los países a favor defienden la mayor estabilidad de esta energía, que aunque presume de no emitir gases de efecto invernadero, sí registra emisiones en los procesos de extracción de materiales, la gestión de los residuos o la construcción y desmantelamiento de una planta.
A este último punto se aferran los ecologistas y los países contrarios a esta propuesta para cambiar la denominada taxonomía energética (la clasificación de las actividades del sector que se consideran sostenibles medioambientalmente). Pero todo apunta a que, tras la remisión de la proposición de la Comisión a los estados, el plan podría estar aprobado a mediados de enero.